Amor por tu prójimo
En esta historia de dos hermanitos, la niña había contraído una extraña enfermedad. La única cura de que disponían los médicos, era la sangre de su hermanito, que años antes también había padecido la misma enfermedad y había desarrollado los anticuerpos para combatirla. Cuando los doctores le preguntaron al pequeño si estaría dispuesto a dar su sangre para que su hermanita se recupere, aceptó sin dudarlo.
Recostado sobre la camilla, estaba gozoso y feliz de dar su sangre para que su hermanita sanara. Pero repentinamente la sonrisa se borró de su carita. Pálido y con lágrimas en sus ojos preguntó al doctor: -¿Ahora, moriré?
Había creído que debía darle toda su sangre a su hermanita y que moriría por ello, y aún así, había aceptado! Estuvo dispuesto a pagar el precio, el elevado precio de su acto de amor por su hermanita.
Días atrás escuché una lectura devocional que me conmovió. Un mensaje realmente bello y una calidad expositiva muy dulce. “Así quiero escribir” le dije a Dios. Así quiero que suene un escrito mío en la congregación.
En realidad, mis planes para con Dios eran que Él se dignara crear, enviar, poner, en mi corazón la inspiración que no tenía. Pero parece que me olvidé del detalle de que no se trata de los planes de nosotros para con Dios, sino de SUS PLANES PARA CON NOSOTROS, que no es lo mismo.
Pues, bien; esa semana ha sido una de las peores en muchos años, en cuanto a afrontar pérdidas, desastres, quebranto. Esta mañana de domingo, noté que mi corazón estaba compungido, tenía una sensibilidad que no conocía, que no había percibido antes. Esta mañana durante el culto en el templo unos cuantos mensajes con malas noticias llegaron entre sólo uno o tal vez dos con buenas nuevas. Y mi corazón se condolía con cada uno de ellos y se alegraba con las buenas noticias, como nunca antes lo había hecho. Creo que ahora entendí: le había pedido escribir a Dios de otra manera y para ello necesitaba además de inspiración, un toque de sensibilidad que no tenía. Un corazón más blando, más confiado, más cerca del corazón de Dios. Y Dios tiene sus métodos.
Nuestro ministerio es una obra de amor. De amor al prójimo, digo; de amor a los destinatarios de los mensajes que escribimos. Como el hermanito de nuestra historia, una obra de amor, una dulce entrega que exige estar dispuestos a pagar el precio, el alto precio. Más elevado cuanto más alto pretenda ser ese amor.
Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos.
(Juan 15:13 RV60)
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